Este mes de julio ha sido un mes de fútbol y en temas políticos también ha habido harto toque fino. Un gran dribleo en pies de Alan García, quien ha esquivado cada conflicto social que se le vino encima, con un Cristo que le reza al olvido y sin un programa de televisión político que lo marcaba de cerca. Deja además varios contragolpes que deberá afrontar el siguiente gobierno, como aquel que se viene por parte de la minera Bear Creek a quien se le cancelaron los derechos sobre sus concesiones para salir rápidamente del paso ante la incompetencia y falta de diálogo con la población en oposición al proyecto minero. Ha habido también grandes pases de taquito, como los ejecutados por el equipo de Business Track, que ha puesto en aprietos a los presuntos implicados en el caso de corrupción más grande que enfrenta el gobierno aprista, obteniendo las copias de aquellos videos que desaparecieron en una artera jugada que se salió de la línea lateral y, por supuesto, sus huachas, como la que dejó pasar Ollanta Humala en el periplo de su hermano Alexis por Rusia y que, muy a pesar de la demora en la salida, pareciera que han logrado sortear el apuro que corrían en el área chica.

Sin duda un partido emocionante y de altas tensiones en el que una parte del país pide cambio para que entre el nuevo gobernante, fresco aunque con el temor de que entre frío y otra, que quisiera mantener al líder de la estrella (no líder estrella) intacto, a pesar de su notable cansancio. También hay quienes quieren que acabe el partido con el jugador entrante, aunque para ello faltan 5 años más y, por supuesto, hay muchos hinchas que parecen alentar al rival peruano, reclamando que le saquen tarjeta roja. Tarjeta que vienen pidiendo a nivel de Lima Metropolitana y pronto contra el Gobierno Central.

Es cierto que este mes también celebramos goles, unos como el aniversario por el redescubrimiento de Macchu Picchu y otros que pudieron serlo, como el estreno del Tren Eléctrico, que a mi entender se ha inaugurado con una flagrante posición adelantada por parte de Alan García. Es que hay goles que deben esperar y García, por el contrario, estará pensando en el dicho futbolero: “goles que no hago, goles que me hacen.” Jugar al Fair Play tampoco es opción dentro de su lógica y más bien, el esmero por demostrar, spot tras spot, todo lo que avanzó el Perú, nos hace pensar: “¿Por qué me lo repite tanto?” “¿Acaso no era su chamba?” “¿Cuánto se habrá invertido en propagandas para el gobierno saliente?” “¿Era necesario?” “¿En verdad?”. Más parece estar tapando los huecos con el yeso del marketing.

Lo cierto es que el partido continúa, los ánimos están caldeados y la gran pregunta es ¿por qué al final terminamos perdiendo? Preguntémosle a Oblitas. Viendo “el otro partido”, apareció hace pocos días, más ciego que nunca, el ex técnico de la blanquiroja. Apareció para dar un mensaje malintencionado en el medio tiempo del partido más importante de los últimos años y nos llevó en un viaje al 4 a 0 que nos metió Chile bajo su dirección técnica en el año 1997. Como dicen en el Twitter, parece que Juan Carlos Oblitas se vendió al Unión Minas; las mineras no deben de haberle pagado poco para que sea su DT. Se metió a nuestra cancha sin permiso, dibujó la “O” en nuestras pantallas y le puso una carita triste, esbozó un mensaje anti chileno en una comparación poco saludable y terminó metiéndole un gran faul al nuevo gobierno en una jugada que, la verdad, merece tarjeta roja.

¿Todavía no nos queda claro por qué perdemos? Dicen que los peruanos estamos sentados en un banco de oro pero no sabemos sacarle provecho, siempre estamos dispuestos a lanzar la primera piedra pero no hacemos autocrítica, tampoco damos la cara si injustamente quiñamos a alguien, nuestra capacidad para indignarnos es tan feroz como el bostezo de un marsupial y antes de empezar, siempre tiramos la toalla. Eso sí, cuando empieza el apanado todos se tiran encima. Somos el típico fan que acompaña a su equipo cuando gana, pero a penas creemos avizorar el gol en contra, nos desahogamos en críticas. En el fútbol hemos iniciado un gran cambio y por otro lado, el partido del Gran Cambio podría o no seguir los mismos pasos del fútbol a partir del 28 de Julio.

La selección del gabinete ya ha sido anunciada y esperamos que estén listos para salir a jugársela por el Perú. Hay algo de desconfianza por los nombramientos en las carteras del Interior, Defensa y Comunicaciones, un hat-trick en lugares clave para la proyección que pueda tener el gobierno de cara a sus promesas electorales y frente a los temores que éstas despertaban. Hay algunos aciertos en otros sectores que algunos pueden tildar de secundarios, aunque ciertamente no lo son. El planteamiento del equipo tampoco es del todo coherente en economía, donde el titular ha sido un crítico de las propuestas de Humala y quien será quien administre la pelota. Por un lado, ésta es una señal de alivio para los defensores del modelo económico, aunque por otro, podrían estrecharse las expectativas de cambio que una gran parte del país exige, lo cual abriría las puertas de la conflictividad social. Creo que el balance al final es positivo y Salomón Lerner, como capitán del equipo de ministros, podría ser quien les dé el equilibrio que se requiere.

Falta un día para el cambio de mando, pero parece que el partido que jugamos es de nunca acabar, seguirán los ataques y contraataques y poco podremos lograr con una visión derrotista del futuro gobierno. Es cierto que nada está claro para muchos y, por lo mismo, debemos pisar bien la pelota y esperar con los ojos bien abiertos. A veces jugaremos en pared, otras veces no le pasaremos la bola, pero sin duda habrá que jugar en equipo si queremos meter goles.